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Foto del escritorAlejandro Blanco

“No quiero ser campesino”

Eso fue lo que exclamó Tomás, mi hijo mayor, el día en el que mi esposa y yo le confirmamos que nos mudaríamos al campo, luego empezó a llorar con tierno sentimiento... Él tenía 12 años en ese entonces y una idea muy definida de lo que era la vida rural.


Nada extraño si pienso en que la mayoría de personas que conozco hubieran reaccionado de la misma forma en su lugar —antes de la pandemia—. Así es, generalmente, el campo se asocia a ideas como atraso, pobreza, suciedad e ignorancia. ¡Que levante la mano el que quiera ser campesino!


No es difícil entenderlo, en las ciudades está el sumun de la tan anhelada vida moderna: redes de servicios públicos; oportunidades de trabajo; crecimiento económico; entretenimiento; vida social vibrante; gastronomía cosmopolita; confort y, como no, centros comerciales.


Visto así, dejar la ciudad implicaría perder “calidad de vida”. No obstante este concepto no significa lo mismo para todo el mundo. Para algunos, implica ser dueño de su tiempo; tener tranquilidad; un espacio sin polución y contacto con lo natural. Bienes escasos en lo urbano.


De ahí que haya quienes desean tomar distancia —así sea por unas horas, rentando una cabaña— de todo el estrés y la frustración que se debe asimilar con el ritmo de la vida moderna en las ciudades. Otros como yo, buscamos construir otra forma de vida de manera permanente.


No nos engañemos, los campos —al igual que las ciudades— tienen sus complejidades. Lo que no significa que habitar un espacio campestre sea equivalente a vivir en la edad de las cavernas, menos ahora, con las posibilidades que ofrece internet y la era de la información.


En otras palabras, vivir en una montaña no significa ser “montañero”, en el sentido peyorativo que se le da en Colombia a la palabra, refiriéndose a alguien con malos modales y de mal gusto. De ser así diría que hay más montañeros en la ciudad que en el campo.


La carga negativa que damos a palabras como “montañero”, “campesino” o “indio”, antes que hacer referencia a lo que otros son, habla de nosotros mismos. Y de la sociedad clasista y prejuiciosa de la que hacemos parte.


Nada hay que sea motivo de vergüenza en vivir en el campo, trabajar con la tierra, ni criar animales. Por el contrario, es motivo de gran orgullo el tener la posibilidad de cultivar sus propios alimentos y hacerlo de manera sana y responsable con el medio ambiente.


Lo que me recuerda una cita de John Seymour:


"Autoabastecimiento no significa retroceder a un nivel de vida más bajo. Al contrario, es la pugna por conseguir un nivel de vida más alto, alimentos frescos, buenos y orgánicamente elaborados, una vida grata en un ambiente agradable, la salud corporal y la paz mental que nacen de un trabajo duro y variado al aire libre, y la satisfacción que proviene de la realización correcta y eficiente de tareas difíciles y complicadas."




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